La rama caída del Árbol


¿Cuántos han perdido su camino porque les han propuesto tomar el cielo por asalto y se quedaron en la rama?
Esta historia tiene más raíces que la vida del humano en sociedad. Uno de los primeros que le dijo a su gente 'tomemos el cielo por asalto' fue Espartaco. Él, junto a Crixo, Casto, Canico, Enomao y miles de esclavos rebelados, puso de cabeza al imperio más fuerte del momento: el romano. Justo antes de su heroico desenlace, le dijo a los Cilicios que era hora de darle la estocada final al imperio. Estos se comprometieron a poner los barcos para su potente ejército, pero el líder cilicio —cuyo nombre la historia nos dio el gusto de borrar— decidió quedarse con la rama caída del árbol, robar a Espartaco y sus hombres, y abandonarlos hasta su caída.

Según las Escrituras, la razón principal por la que Judas traiciona a Jesús es la codicia o avaricia: él era el encargado del dinero del grupo y acostumbraba a robar de la bolsa común (Juan 12:6). Los evangelios relatan que acepta entregar a Jesús a cambio de 30 piezas de plata, lo que muestra que su deseo por el dinero pesó mucho en su decisión. Es decir, se quedó con la rama caída del árbol. Hay que verle la cara: este joven de 33 años, llamado Jesús de Nazaret, le estaba ofreciendo el reino de los cielos a sus discípulos, y Judas se quedó con la rama. Por cierto, no se trata de dudar. La duda es humana y se disipa con pruebas o con fe. Según la Biblia, ese libro que regula los códigos ético-morales de los judeocristianos, no solo Judas dudó, también lo hizo Tomás, a quien ocho días después de resucitado se le tuvo que aparecer el propio Jesús para que le creyera. De hecho, Marcos 16:14 dice que Jesús reprendió a los once por su incredulidad y dureza de corazón, porque no creyeron los testimonios de su resurrección. Así que, según la Biblia, la duda fue una experiencia común entre varios discípulos, no solo los casos famosos de Tomás o Judas. Depende de las creencias de cada quien, pero dudar es normal, es humano. Lo imperdonable es tener enfrente a una persona que te invita a tomar el cielo por asalto y que, por comodidad, te quedes con las ramas.

Así podemos navegar por la historia de grandes mujeres y hombres de los cinco continentes que han tenido que vivir con las pequeñas miserias de quienes siempre se quedan con la comodidad de la rama: por dinero, por ego, por miedo, por miseria, por celos, envidia, por dudas. Siempre hay quien jode las grandes cosas por su obsesión por lo pequeño, lo feo, lo inservible.

Pero estos ejemplos pueden parecer lejanos. Tal vez estás leyendo esto y piensas: a mí nadie me ha propuesto tomar el cielo por asalto. ¿Estás seguro o segura de eso?

Cada quien tiene un cielo que conquistar. A veces, un novio o una novia le propone a su pareja formar una familia juntos. ¿Saben lo grande que es esto en esta época? Hacer una familia en el entorno social, político y económico en el que vivimos es casi un acto heroico. Pero siempre hay alguien que decide quedarse con la rama, lo más sencillo. Es más fácil dudar, poner el ego por encima del cielo, los genitales por encima del cielo. A veces la ramita es tan chiquita que unas cervezas y unos amigos que no lo son realmente, o el sentimiento banal de unas rumbas, terminan valiendo más que el cielo que te invitaron a conquistar.

A veces, un líder de un equipo de trabajo —o jefe, como quieran llamarlo— le dice a su equipo: en el área que manejamos sé que podemos llegar a lo más alto, podemos tocar el cielo, y si hacemos esto y esto, lo asaltamos. Pero prevalecen muchas veces el ego, la arrogancia, la envidia, las pequeñas miserias, los: 'esa tarea la debo hacer yo porque me lo merezco más que él o ella', '¿cómo van a poner a ese en vez de a mí?', 'si está ella, yo no estoy', 'si está él, yo tampoco estoy', 'si no controlo todo yo, entonces no habrá cielo porque nadie sabría conquistarlo como yo'. Todas son pequeñas ramas, que son capaces de dañar cualquier proyecto familiar, empresarial, estatal o político, porque lo que sí tienen las ramas chiquitas y secas es que, por inútiles que sean, prenden el mundo más rápido que un bosque entero.

Pues bien, la rueda de la historia seguirá dando vueltas. El mundo, sin duda, se complicará. Los cielos se volverán más pequeños, y los cielos grandes tendrán que conquistarse casi por una necesidad natural de la humanidad. Pero tú, ¿qué piensas hacer? ¿Seguir jugando con ramitas? ¿O ponerte un par de cojones y ovarios para hacer de este mundo —y de tu mundo— algo mejor? Ten cuidado: tus ramitas, por pequeñas y secas que sean, queman y dañan la pradera que tienes a tu alrededor. A veces, sin posibilidad de recuperarla.

Comentarios

  1. Tomemos pues el cielo por asalto siempre, excelente artículo hermano

    ResponderEliminar
  2. El límite siempre será el cielo, depende de cada quien como alcanzarlo, siempre habrán personas de mal corazón no importa en el lugar que uno se encuentre, los buenos siempre seremos más 🌻✨

    ResponderEliminar
  3. En algunos casos nuestro cielo a conquistar es precisamente eso, el cielo, el espacio la frontera final

    ResponderEliminar
  4. Excelente 👌 Primo ..
    La traicion por dinero es común en los humanos es lo fácil Lo difícil es creer o tener fe en lo creesmos y seguir adelante con nuestra propia convicción.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario